Camilo
José Cela, La familia de Pascual Duarte (1942)
Si
Mario hubiera tenido sentido cuando dejó este valle de lágrimas, a
buen seguro que no se hubiera marchado muy satisfecho de él. Poco
vivió entre nosotros; parecía que hubiera olido el parentesco que
le esperaba y hubiera preferido sacrificarlo a la compañía de los
inocentes en el limbo. ¡Bien sabe Dios que acertó con el camino, y
cuántos fueron los sufrimientos que se ahorró al ahorrarse años!
Cuando nos abandonó no había cumplido todavía los diez años, que
si pocos fueron para lo demasiado que había de sufrir, suficientes
debieran de haber sido para llegar a hablar y a andar, cosas ambas
que no llegó a conocer; el pobre no pasó de arrastrarse por el
suelo como si fuese una culebra y de hacer unos ruiditos con la
garganta y con la nariz como si fuese una rata: fue lo único que
aprendió. En los primeros años de su vida ya a todos nosotros nos
fine dado el conocer que el infeliz, que tonto había nacido, tonto
había de morir; tardó año y medio en echar el primer hueso de la
boca y cuando lo hizo, tan fuera de su sitio le fine a nacer, que la
señora Engracia, que tantas veces fuera nuestra providencia, hubo de
tirárselo con un cordel para ver de que no se clavara en la lengua.
Hacia los mismos días, y vaya usted a saber si como resultas de la
mucha sangre que tragó por lo del diente, la salió un sarampión o
sarpullido por el trasero (con perdón) que llegó a ponerle las
nalguitas como desolladas y en la carne viva por habérsele mezclado
la orina con la pus de las bubas; cuando hubo que curarle lo dolido
con vinagre y con sal, la criatura tales lloros se dejaba arrancar
que hasta al más duro de corazón hubiera enternecido. Pasó algún
tiempo que otro de cierto sosiego, jugando con una botella, que era
lo que más le llamaba la atención, o echadito al sol, para que
reviviese, en el corral o en la puerta de la calle, y así fue
tirando el inocente, unas veces mejor y otras peor, pero ya más
tranquilo, hasta que un día -teniendo la criatura cuatro años- la
suerte se volvió tan de su contra que, sin haberlo buscado ni
deseado, sin a nadie haber molestado y sin haber tentado a Dios, un
guarro (con perdón) le comió las dos orejas.
1.- ¿A qué corriente literaria de la inmediata posguerra pertenece esta novela? Pon ejemplos que ilustren tu respuesta.