EL ESCRUTINIO DE LOS LIBROS
Y LA SEGUNDA SALIDA DE NUESTRO BUEN CABALLERO
Aún dormía don Quijote cuando al
día siguiente se presentó en su casa el cura con el barbero maese
Nicolás. El cura pidió las llaves del aposento donde estaban los
libros, y la sobrina se las dio de muy buena gana. Entraron todos
dentro y hallaron más de cien libros grandes, muy bien
encuadernados, y otros pequeños.1
El ama se presentó con un cuenco de agua bendita y un hisopo2,
y le dijo al cura:
—Rocíe este aposento, señor
licenciado, no ande por aquí algún encantador de los muchos que
tienen estos libros.
Se rió el cura y mandó al
barbero que le fuese dando los libros uno a uno para ver si se podía
salvar alguno del castigo del fuego.
—No hay que perdonar ninguno
—dijo la sobrina—. Lo mejor es arrojarlos todos por la ventana,
hacer un montón y quemarlos.
El primero que maese Nicolás le
dio al cura fue Amadís de Gaula.
—Este libro fue el primero de
caballerías que se imprimió en España —dijo el cura—, y por
ello lo debemos condenar al fuego.
—No, señor —dijo el barbero—,
porque he oído decir que es el mejor, y por eso se le debe perdonar.
—Bien decís —asintió el
cura—, así que por el momento se le perdona la vida.
Examinaron muchos títulos, y unos por
disparatados y otros por malos, se los daban al ama para que los
arrojara al patio.
—Al corral con él.
—Que me place —decía ella.
El cura también
salvó de la quema la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco
y el Palmerín de Inglaterra.3
—Tirante el Blanco es un tesoro
de contento y una mina de pasatiempos —dijo—. Por su estilo, es
el mejor libro del mundo. Aquí los caballeros comen, y duermen y
mueren en la cama, no como en los otros libros de este género, que
están llenos de necedades.
—Ese Cervantes es gran amigo
mío, y sé que sabe más de desgracias que de versos —dijo el
cura—. Su libro tiene buena invención. Sacadlo de aquí y
guardadlo en vuestra casa.
Al final, cansados de tanto
escrutinio, tiraron a bulto muchos libros por la ventana.
En esto comenzó a dar voces don
Quijote, diciendo:
—¡Aquí, valerosos caballeros,
aquí!
Cuando acudieron a este estruendo,
encontraron a don Quijote levantado, dando cuchilladas y reveses a
todas partes. Abrazáronse a él y a la fuerza lo devolvieron al
lecho, y, después que se sosegó un poco, le dieron de comer y se
quedó otra vez dormido, y ellos, admirados de su locura.
Aquella noche el ama quemó cuantos
libros había en el corral y en toda la casa. El remedio que el cura
y el barbero dieron para que su amigo no echase de menos los libros
fue quitar la puerta y tapiar el cuarto donde los guardaba.
A los dos días, se levantó don
Quijote, y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros. Como no
encontró el cuarto, empezó a buscarlos por todas partes y a tantear
con las manos donde había estado la puerta.
—Ya no hay aposento ni libros
—le dijo el ama—, porque todo se lo llevó el diablo.
—No era diablo —replicó la
sobrina—, sino un encantador que vino en una nube cabalgando sobre
una serpiente y entró en el aposento. Un rato después salió
volando por el tejado y dejó la casa llena de humo.
—Antes de partir dijo a voces
que se llamaba el sabio "Fritón" —agregó el ama.
—Diría "Frestón"
—corrigió don Quijote—. Es un sabio encantador, gran enemigo
mío, porque sabe que más pronto que tarde tengo que pelear con un
caballero a quien él protege, y por eso procura hacerme todos los
sinsabores que puede.
—Pero, señor tío, ¿no será
mejor estarse pacífico en casa? Mire que muchos van por lana y
vuelven trasquilados.
—¡Oh sobrina mía —respondió
don Quijote—, qué equivocada estás! Antes que nadie me toque un
cabello habré arrancado yo cien barbas.
El caso es que
don Quijote estuvo quince días en casa muy sosegado, sin dar
muestras de querer volver a las andadas.
En este tiempo le pidió a un
labrador vecino suyo, hombre de bien (si ese título se le puede dar
al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera, que le sirviese
de escudero. Lo convenció con la promesa de hacerle gobernador de
una ínsula que ganase, y Sancho Panza, que así se llamaba el
labrador, dejó a su mujer e hijos para servirle.
Don Quijote, vendiendo unas cosas y
empeñando otras, reunió unos dineros, se proveyó de camisas, pidió
prestada una rodela5
a un amigo y avisó a Sancho del día y la hora de ponerse en camino.
Le encargó que llevase alforjas, y él le dijo que llevaría también
un asno muy bueno porque no estaba acostumbrado a andar mucho a pie.
Esto dio que pensar a don Quijote, porque no recordaba a ningún
escudero montado en un burro, pero al fin decidió que lo cambiaría
por el caballo del primer caballero al que derrotase.
Por fin, sin despedirse Panza de
su mujer e hijos, ni don Quijote del ama y de la sobrina, una noche
salieron del lugar sin que nadie los viese. Caminaron tanto, que al
amanecer se sintieron seguros de que no los encontrarían por más
que los buscaran. Iba Sancho Panza sobre su jumento como un
patriarca,6
con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador
de la ínsula prometida.
—Señor caballero andante —dijo
a su amo—, no se olvide de mi ínsula, que yo la sabré gobernar.
—Has de saber, amigo Sancho Panza
—contestó don Quijote—, que los antiguos caballeros andantes
hacían a sus escuderos gobernadores de las ínsulas o reinos que
ganaban. Podría ser que antes de seis días gane yo un reino para
coronarte rey.
—Entonces —respondió Sancho
Panza—, si yo fuese rey, mi mujer Juana Gutiérrez7sería reina, y mis hijos infantes.
—¿Quién lo duda? —respondió
don Quijote.
—Yo lo dudo —replicó Sancho—,
porque mi mujer no vale para reina. Condesa le caerá mejor.
—No apoques el ánimo, Sancho
—respondió don Quijote—, y no te conformes con menos de
gobernador.
—No lo haré, señor mío —respondió
Sancho—, y más teniendo en vuestra merced un amo tan principal,
que me dará todo lo que esté bien y yo pueda llevar.
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2Hisopo:
instrumento en fomra de mago provisto de una bola agujereada que se
llena de agua bendita y se agita sobre las cosas para bendecirlas.
3Aunque
condenó en conjunto el género, Cervantes apreciaba mucho algunos
libros de caballerías, como Tirante el Blanco
, escrito por el valenciano Joanot Martorella a finales del siglo
XV, y el Palmerían de Inglaterra (1545),
del portugués Francisco de Moraes.
7La
mujer de Sancho recibe varios nombres en la novela: aparte Juana, se
la llama Mari, Teresa Cascajo y Sancha.
__________________________________________________________________________________CUESTIONES
1.- Busca en el diccionario las palabras en negrita. Explica el significado de las expresiones subrayadas.
2.- ¿De qué se ríe el cura?
3.- ¿Qué cuatro libros se libran de ser quemados? ¿Por qué razón cada uno de ellos?4.- ¿Qué le cuentan a Don Quijote para explicar la ausencia de su biblioteca?
5.- ¿Cómo convence Don Quijote a Sancho para que lo acompañe? ¿Cómo es Sancho?
6.- ¿Por qué no se despiden de sus respectivos familiares? ¿Qué opina Sancho de su mujer?