jueves, 8 de marzo de 2012

Don Quijote de la Mancha. Capítulo IV

EL ESCRUTINIO DE LOS LIBROS
Y LA SEGUNDA SALIDA DE NUESTRO BUEN CABALLERO
Aún dormía don Quijote cuando al día siguiente se presentó en su casa el cura con el barbero maese Nicolás. El cura pidió las llaves del aposento donde estaban los libros, y la sobrina se las dio de muy buena gana. Entraron todos dentro y hallaron más de cien libros grandes, muy bien encuadernados, y otros pequeños.1 El ama se presentó con un cuenco de agua bendita y un hisopo2, y le dijo al cura:
—Rocíe este aposento, señor licenciado, no ande por aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros.
Se rió el cura y mandó al barbero que le fuese dando los libros uno a uno para ver si se podía salvar alguno del castigo del fuego.
—No hay que perdonar ninguno —dijo la sobrina—. Lo mejor es arrojarlos todos por la ventana, hacer un montón y quemarlos.
El primero que maese Nicolás le dio al cura fue Amadís de Gaula.
—Este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España —dijo el cura—, y por ello lo debemos condenar al fuego.
—No, señor —dijo el barbero—, porque he oído decir que es el mejor, y por eso se le debe perdonar.
—Bien decís —asintió el cura—, así que por el momento se le perdona la vida.
Examinaron muchos títulos, y unos por disparatados y otros por malos, se los daban al ama para que los arrojara al patio.
—Al corral con él.
—Que me place —decía ella.
El cura también salvó de la quema la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco y el Palmerín de Inglaterra.3
—Tirante el Blanco es un tesoro de contento y una mina de pasatiempos —dijo—. Por su estilo, es el mejor libro del mundo. Aquí los caballeros comen, y duermen y mueren en la cama, no como en los otros libros de este género, que están llenos de necedades.
—Aquí tengo La Galatea de Miguel de Cervantes4 —dijo el barbero.
—Ese Cervantes es gran amigo mío, y sé que sabe más de desgracias que de versos —dijo el cura—. Su libro tiene buena invención. Sacadlo de aquí y guardadlo en vuestra casa.
Al final, cansados de tanto escrutinio, tiraron a bulto muchos libros por la ventana.
En esto comenzó a dar voces don Quijote, diciendo:
—¡Aquí, valerosos caballeros, aquí!
Cuando acudieron a este estruendo, encontraron a don Quijote levantado, dando cuchilladas y reveses a todas partes. Abrazáronse a él y a la fuerza lo devolvieron al lecho, y, después que se sosegó un poco, le dieron de comer y se quedó otra vez dormido, y ellos, admirados de su locura.
Aquella noche el ama quemó cuantos libros había en el corral y en toda la casa. El remedio que el cura y el barbero dieron para que su amigo no echase de menos los libros fue quitar la puerta y tapiar el cuarto donde los guardaba.
A los dos días, se levantó don Quijote, y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros. Como no encontró el cuarto, empezó a buscarlos por todas partes y a tantear con las manos donde había estado la puerta.
—Ya no hay aposento ni libros —le dijo el ama—, porque todo se lo llevó el diablo.
—No era diablo —replicó la sobrina—, sino un encantador que vino en una nube cabalgando sobre una serpiente y entró en el aposento. Un rato después salió volando por el tejado y dejó la casa llena de humo.
—Antes de partir dijo a voces que se llamaba el sabio "Fritón" —agregó el ama.
—Diría "Frestón" —corrigió don Quijote—. Es un sabio encantador, gran enemigo mío, porque sabe que más pronto que tarde tengo que pelear con un caballero a quien él protege, y por eso procura hacerme todos los sinsabores que puede.
—Pero, señor tío, ¿no será mejor estarse pacífico en casa? Mire que muchos van por lana y vuelven trasquilados.
—¡Oh sobrina mía —respondió don Quijote—, qué equivocada estás! Antes que nadie me toque un cabello habré arrancado yo cien barbas.
El caso es que don Quijote estuvo quince días en casa muy sosegado, sin dar muestras de querer volver a las andadas.
En este tiempo le pidió a un labrador vecino suyo, hombre de bien (si ese título se le puede dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera, que le sirviese de escudero. Lo convenció con la promesa de hacerle gobernador de una ínsula que ganase, y Sancho Panza, que así se llamaba el labrador, dejó a su mujer e hijos para servirle.
Don Quijote, vendiendo unas cosas y empeñando otras, reunió unos dineros, se proveyó de camisas, pidió prestada una rodela5 a un amigo y avisó a Sancho del día y la hora de ponerse en camino. Le encargó que llevase alforjas, y él le dijo que llevaría también un asno muy bueno porque no estaba acostumbrado a andar mucho a pie. Esto dio que pensar a don Quijote, porque no recordaba a ningún escudero montado en un burro, pero al fin decidió que lo cambiaría por el caballo del primer caballero al que derrotase.
Por fin, sin despedirse Panza de su mujer e hijos, ni don Quijote del ama y de la sobrina, una noche salieron del lugar sin que nadie los viese. Caminaron tanto, que al amanecer se sintieron seguros de que no los encontrarían por más que los buscaran. Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca,6 con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula prometida.
—Señor caballero andante —dijo a su amo—, no se olvide de mi ínsula, que yo la sabré gobernar.
—Has de saber, amigo Sancho Panza —contestó don Quijote—, que los antiguos caballeros andantes hacían a sus escuderos gobernadores de las ínsulas o reinos que ganaban. Podría ser que antes de seis días gane yo un reino para coronarte rey.
—Entonces —respondió Sancho Panza—, si yo fuese rey, mi mujer Juana Gutiérrez7sería reina, y mis hijos infantes.
—¿Quién lo duda? —respondió don Quijote.
—Yo lo dudo —replicó Sancho—, porque mi mujer no vale para reina. Condesa le caerá mejor.
—No apoques el ánimo, Sancho —respondió don Quijote—, y no te conformes con menos de gobernador.
—No lo haré, señor mío —respondió Sancho—, y más teniendo en vuestra merced un amo tan principal, que me dará todo lo que esté bien y yo pueda llevar.
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1En el siglo XVI, una biblioteca de más de cien libros era muy considerable.

2Hisopo: instrumento en fomra de mago provisto de una bola agujereada que se llena de agua bendita y se agita sobre las cosas para bendecirlas.
3Aunque condenó en conjunto el género, Cervantes apreciaba mucho algunos libros de caballerías, como Tirante el Blanco , escrito por el valenciano Joanot Martorella a finales del siglo XV, y el Palmerían de Inglaterra (1545), del portugués Francisco de Moraes.
4 La Galatea es una novela pastoril que Cervantes publicó en 1585.
5 rodela', escudo pequeño, redondo y de madera.
6 Es decir, 'con mucha comodidad, muy a gusto'.
7La mujer de Sancho recibe varios nombres en la novela: aparte Juana, se la llama Ma­ri, Teresa Cascajo y Sancha.
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 CUESTIONES

1.- Busca en el diccionario las palabras en negrita. Explica el significado de las expresiones subrayadas.
2.- ¿De qué se ríe el cura?
3.- ¿Qué cuatro libros se libran de ser quemados? ¿Por qué razón cada uno de ellos?
4.- ¿Qué le cuentan a Don Quijote para explicar la ausencia de su biblioteca?
5.- ¿Cómo convence Don Quijote a Sancho para que lo acompañe? ¿Cómo es Sancho?
6.- ¿Por qué no se despiden de sus respectivos familiares? ¿Qué opina Sancho de su mujer?