TEXTO
1
CALISTO.
Melibea, en esto veo la grandeza de Dios.
MELIBEA.
¿En qué la ves, Calisto?
CALISTO.
En que la naturaleza te ha dotado de una hermosura perfecta y en que
yo, sin merecerlo, te acabo de descubrir en este jardín, el lugar
más adecuado para comunicarte mi alegría y mi secreto dolor. Porque
verte es par mí un galardón mayor que el que puedo alcanzar
haciendo obras buenas. ¿Quién ha visto en este mundo a un hombre
tan dichoso como yo? Ni siquiera los santos,que se deleitan en
el cielo con la visión divina, gozan más que yo contemplando tu
cuerpo. Pero ¡oh, triste de mí!, hay una diferencia: los santos son
espíritus que están en la gloria sin miedo a perder su dicha; en
cambio yo, que además de alma tengo un cuerpo, temo el terrible
tormento que tu ausencia me ha de causar.
MELIBEA.
¿Verme te parece un gran premio, Calisto?
CALISTO.
Si Dios me diese en el cielo un sitio a su lado, delante de todos sus
santos, no sería más feliz.
TEXTO
2
CALISTO.
(...) Empiezo por los cabellos. ¿Ves las madejas del oro fino que
hilan en Arabia? Pues sus cabellos son más lindos y resplandecen
más. Y le llegan hasta los pies. Y no necesita más que peinárselos
y recogérselos con una cinta para dejar a los hombres convertidos en
piedras.
SEMPRONIO.
(Aparte.) ¡Yo más bien diría en asnos!
CALISTO. ¿Qué dices?
SEMPRONIO. Digo que sus
cabellos no serán como cerdas de asno.
CALISTO. ¡Pero qué
torpe eres! ¡Vaya comparación! Sigo. Sus ojos son verdes, rasgados;
las pestañas largas; las cejas delgadas y alzadas; la nariz mediana;
la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios colorados
y grosezuelos; el perfil del rostro un poco más largo que redondo,
el pecho alto; la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿quién
le las podría describir? El cutis liso, lustroso; su piel oscurece
la nieve, en contraste con el color rosado con el que se pinta los
pómulos.
SEMPRONIO,
(Aparte.) ¡Y dale!
CALISTO. Sus manos son
medianas, de dulce carne; sus dedos largos, las uñas largas y
coloradas, como rubíes entre perlas. Y a juzgar por su figura, el
resto oculto de su cuerpo es más bello que el de la diosa que Paris
juzgó la más hermosa.
TEXTO
3
SEMPRONIO:
Los libros están llenos de casos como el tuyo. Salomón dice que las
mujeres y el vino hacen blasfemar a los hombres. Aristóteles y
Séneca no aprecian mucho a las mujeres, y en esto coinciden judíos,
moros y cristianos. Bien es verdad que ha habido algunas mujeres
santas y virtuosas, pero ¿y todas las demás? ¿Quién podrían
contar sus mentiras, sus trajines, su ligereza, sus
lagrimillas, su osadía, sus alteraciones de ánimo...? ¿Y
sus disimulos, su lengua, sus engaños, sus olvidos, su
ingratitud, su inconstancia, sus falsos testimonios,
sus presunción, su abatimiento, su locura, su desdén,
su soberbia, su charlatanería, su lujuria y
suciedad, sus miedos, sus hechizos, sus burlas, su desvergüenza y su
alcahuetería? ¿Has reparado en
los pocos sesos que tiene debajo de sus grandes tocas?
¡Qué pensamientos hay debajo de sus largos ropajes! ¡Qué cloaca
debajo de sus templos pintados! De ellas se ha dicho que son arma del
diablo y destrucción del paraíso. ¿Acaso no fue mujer la
que echó a Adán del paraíso? Huye de sus engaños, señor. No hay
manera de entenderlas. A los que invitan a escondidas a sus alcobas,
luego los insultan por la calle. Tan pronto te llaman como te
despiden, lo mismo te muestran su amor, que te declaran su enemistad.
¡Oh, qué plaga! ¡Qué fastidio es tratar con ellas, menos en el
breve tiempo en que te hacen gozar en la cama!
TEXTO
4
Pármeno.
para que le hiciera de sirviente. Ahora Celestina no me reconoce por
el poco tiempo que la serví y porque he cambiado mucho con la edad.
Calisto. ¿Y en qué la
servías?
Pármeno.
La acompañaba a la plaza y la ayudaba a llevar la comida que podía
cargar con mis pocas fuerzas. Pero a pesar del poco tiempo que estuve
a su servicio, recuerdo como si fuera ahora lo que viví con ella.
Ahora vive en las afueras, en la cuesta del río, en una casa
apartada y medio en ruinas cerca de las curtidurías.Tenía
seis oficios, a saber: era costurera, perfumera, maestra de hacer
afeites y
de reparar virgos, alcahueta v un poquito hechicera. El oficio de
costurera era la tapadera de los otros, pues era la excusa para que
muchas criadas entraran en su casa a bordar camisas y a coserse el
virgo que habían perdido. Ni una sola venía sin un torrezno, un
poco de trigo o harina, un jarro de vino o cualquier otra provisión
robada a su ama. Celestina era muy amiga de estudiantes, despenseros
de hombres ricos y criados de abades. A estos les vendía la
virginidad de las pobres mozas, que se resignaban a perderla ante la
promesa de la vieja deque se la restituiría después. Y por medio de
esas mozas
entraba en
relación con otras mujeres más discretas. En días de oficios
religiosos, yo vi a muchas mujeres entrar tapadas en su casa, y tras
ellas llegaban unos frailes, embozados
pero con los calzones ya desabrochados. ¡Qué ajetreo se traía!
Para entrar en las casas, Celestina se hacía pasar por médica de
niños, o vendía lana para tejer. En todas partes era muy conocida.
Y, al atardecer, no se perdía misa ni rezo en los
monasterios
para concertar los encuentros de frailes y monjas. Tenía en su casa
un cuarto lleno de alambiques, frascos y barrilejos de barro, vidrio
y estaño para hacer destilados y cocimientos. Hacía pomadas,
ungüentos, colonias polvos, cremas y medicinas para la cara y para
la piel con destilados y cocimientos de plantas, flores, hierbas,
raíces, granos de centeno, grasas, mantecas, tuétanos de corzo y de
garza y otras muchas sustancias. Hacía lejías para enrubiar los
cabellos y perfumes de rosas, azahar, jazmín, clavel y madreselva.
Sería tedioso
decir la cantidad de mantecas que tenía, pues las había de vaca,
oso, caballo, camello, culebra, conejo, ballena, ardilla, gato
montés, tejón, erizo y nutria. Era una maravilla ver las hierbas y
raíces que tenía colgadas en su casa para hacer jabones y cremas de
baño: manzanilla, romero, espliego, laurel blanco, malvavisco, flor
de saúco y de mostaza. Y la variedad de aceites y mascarillas para
la cara que almacenaba no es cosa fácil de creer: los hacía de
jazmín, limón, pepitas, violetas, pistachos, piñones, altramuces,
algarrobas, resinas y frutos de distintos árboles (…) Rehacía
los virgos unas veces con una vejiga y otras con un cosido. En una
cajita pintada guardaba hilo encerado de seday unas finas agujas, y
tenía raíces y plantas para cicatrizar las heridas. Con todo eso
hacía maravillas, tanto que a un embajador francés que vino por
aquí le vendió tres veces a la misma criada, y las tres la hizo
pasar por virgen. (..) Y para remediar males de amor y despertar la
pasión en los amantes tenía también corazón de ciervo, lengua de
víbora, cabezas de codorniz, sesos de asno, alubias moriscas, soga
de ahorcado, flor de hiedra, espina de erizo, la piedra del nido del
águila y otras mil cosas. Acudían a ella muchos hombres y mujeres y
cada uno recibía sus tratamientos; a unos les pedía unos cabellos,
a otros les pintaba letras en la palma de la mano, a otros les daba
corazones de cera traspasados de agujas. Pintaba figuras o hacía
trazos en la tierra¿Quién te podrá decir lo que esta vieja hacía?
Y todo era burla y mentira.
TEXTO
5
Te
conjuro, triste Plutón, señor de los profundos infiernos (...)yo,
Celestina, tu protegida más conocida, por la virtud y fuerza de
estas rojas letras escritas con sangre de murciélago y por los
nombres y signos que hay en este papel, y por el áspero veneno de
las víboras que tiene este aceite con el que unto esta madeja de
hilos, te conjuro a que vengas sin tardanza, y me obedezcas, y te
envuelvas en este hilado, hasta que Melibea lo compre y de tal manera
que de enredada, que cuanto más lo mire, más se ablande su corazón,
y se lo abras y lo hieras del cruel y fuerte amor de Calisto, tanto
que, dejando a un lado su honestidad, se descubra a mí y premie mis
pasos y el mensaje que le llevo.
TEXTO
6
CELESTINA.
No se posee nada con alegría si no se comparte con otro. Tú no te
aísles ni te amargues, pues la naturaleza huye de lo triste y
apetece lo deleitable.
El placer está en comentar con los amigos las cosas agradables,
sobre todo las de amor: “esto hice, esto me dijo ella, así la
besé, así me mordió, así la abracé, así lo hicimos... ¡Oh qué
juegos, qué besos...! Vamos allá, volvamos acá, que suene la
música, cantemos canciones, inventemos poemas... Ya va a misa,
mañana saldrá, rondemos su calle, mira su carta, vamos de noche,
sujeta la escalera, aguarda a la puerta... .Cómo te fue? Mira al
cornudo: la deja sola... Vamos allá”. En fin, Pármeno, ¿se
disfruta de todo esto solo, sin la compañía de un amigo? No, desde
luego, y te lo digo por experiencia.
TEXTO
7
CELESTINA.
(…) ¡Ay, ay, hija, si vieses
cuánto le han aprovechado los consejos y enseñanzas a tu prima
Elicia! Ya está hecha una gran maestra. Presume de tener un amigo en
la cama, otro a la puerta y otro que suspira por ella desde su casa.
Y a todos atiende con buena cara, y con
todos cumple, y cada uno piensa que él es
el único y el que le da lo que ella necesita. ¿Y tú piensas que
por tener a dos te lo iban a descubrir las tablas de la cama? No te
arriendo la ganancia. ¿Te mantienes de una sola gotera? Dos amantes
es mejor que uno, y cuatro todavía mejor. Hija, hay cosa más
perdida que el ratón que sólo tiene un agujero pues, si se lo
tapan, no tendrá dónde esconderse del gato. Quien sólo tiene un
ojo, se expone a un grave peligro. Un solo manjar todos los días
pronto cansa. Una golondrina no hace verano. ¿Te digo más
inconvenientes del uno? Dos, en
cambio, son compañía, como tienes dos orejas, dos pies y dos manos,
y dos sábanas en la cama. Cuantos más moros, más ganancia.
TEXTO
8
ELICIA.
Por Dios,
deja ya de reconvenirme,
y disfrutemos de la vida. Mientras hoy tengamos para comer, no
pensemos en el mañana. Pues de la muerte no se libra nadie, ni el
pobre ni el rico, ni el doctor ni el pastor, ni el papa ni el
sacristán, ni el señor de alto linaje ni su criado, ni tú con
oficio ni yo sin ninguno. Así que, como no hemos de vivir para
siempre, gocemos y divirtámonos, que pocos llegan a la vejez, y de
los que llegan, ninguno se muere de hambre. En este mundo quiero
vivir el día, y tener luego un rincón en el paraíso. Aunque los
ricos tienen mejor condición que los pobres para ganar el cielo,
ninguno está nunca contento ni tiene bastante, ninguno hay que no
prefiera cambiar su dinero por mi placer. En fin, abandonemos las
preocupaciones ajenas y vámonos a la cama, que ya es hora, pues vale
más un buen sueño que cuantos tesoros hay en Venecia.
TEXTO
9
CELESTINA.
Sentaos vosotros, hijos míos, que hay sitio para
todos, gracias a Dios. Poneos en orden, cada uno con su pareja. Yo,
como estoy sola, me pondré junto al jarro de vino. Desde que me he
hecho vieja, mi vida consiste en hablar con el vino. En las noches de
invierno no hay mejor calentador de cama. Con dos jarrillos no siento
el frío y ahorro mantas. El
vino me sostiene el ánimo, me da alegría, me hace sentirme
joven. Si hay vino sin tasa, una corteza de
pan ratonado me basta para tres días. El vino quita la tristeza del
corazón más que el oro y el coral. Da vigor al mozo, fuerza al
viejo y coraje al cobarde. El vino conforta los cerebros, saca el
frío del estómago, quita el hedor del aliento, cura el catarro y
las muelas, y hace llevaderas las faenas de labranza y la siega. Sólo
tiene un tacha: que el bueno es caro y el malo hace daño. Así que
el vino que sana el hígado enferma la bolsa. Yo busco el mejor, por
eso no bebo más de una docena de tazas en cada comida. A no ser que
me inviten, como ahora.
TEXTO 10. Celestina,
los criados de Calisto y las pupilas de la alcahueta se reúnen para
festejar el final feliz del negocio. Pármeno alaba a Melibea
llamándola “gentil” (hermosa)
ELICIA.(Despechada,
se levanta de la mesa y se va a un rincón.) ¡Vete de aquí,
enojoso! ¡Mal provecho te haga lo que comes! ¡Por mi alma, que
tengo ganas de vomitar de asco por oírte llamar gentil a esa!
¡Gentil! ¡Jesús, cuánto me fastidia tu poca vergüenza! Hay quien
se enamora de los ojos con legañas. ¿Es gentil Melibea? Lo será
cuando tengamos veinte dedos en las manos. En su misma calle conozco
yo a cuatro doncellas con muchas más gracias. Su hermosura se compra
por unas monedas en la tienda, pues si algo tiene de hermosa, es por
los buenos vestidos y adornos que trae: ponedlos en un palo, y
también diréis que el palo es gentil. Y no lo digo por alabarme,
pero creo que yo soy tan hermosa como vuestra Melibea.
AREÚSA. Pues no la has
visto tú como yo, hermana. Si te la tropiezas en ayunas, no puedes
comer de asco en todo el día. Está encerrada todo el año con mil
potingues malolientes. Y si tiene que salir, se embadurna la cara con
hiel y miel, con cremas tostadas, higos pasos y otras cosas que por
respeto a la mesa me callo. Es la riqueza lo que las hace a todas
estas ser hermosas y alabadas, no sus gracias. Para ser doncella,
Melibea tiene unas tetas como calabazas, igual que si hubiese parido
tres veces. El vientre no se lo he visto, pero a juzgar por las
tetas, creo que lo tiene tan flojo como una vieja de cincuenta años.
NO sé qué ha visto en ella Calisto, a no ser que tenga el gusto
dañado y juzgue lo dulce por amargo.
TEXTO
11
SEMPRONIO. Más de una
vez he dicho que en los viejos reina el vicio de la codicia. Cuando
se es pobre, se actúa con generosidad, y cuando se es rico, con
avaricia. Cuando esta vieja pensaba que este negocio sería pequeño,
me daba todo el provecho. Ahora, que lo ve crecido, no quiere dar
nada.
PÁRMENO. Pues que te dé
lo prometido, o nos quedamos con todo. Ya le decía yo quién era
esta vieja, pero tú no me creías. (…)
SEMPRONIO. Así que
danos las dos partes de lo que recibiste de Calisto, si no quieres
que descubra quién eres.
CELESTINA.
¿Quién soy yo, Sempronio? ¿Me has sacado tú de la putería? Calla
tu lengua, respeta mis canas, que soy una vieja como Dios me hizo, y
no peor que las demás. Vivo de mi oficio, como cada cual del suyo,
y muy limpiamente. A quien no me quiere, no
lo busco. Vienen a mi casa a buscarme y a rogarme. Si vivo bien o
mal, sólo a Dios le importa. Y no pienses en maltratarme, que hay
justicia para todos y para todos es igual: que aunque soy mujer, yo
seré oída y vosotros castigados. Y tú, Pármeno, no pienses que
soy tu prisionera por conocer los secretos de mi vida pasada y los
casos que me sucedieron con la desdichada de tu madre
PÁRMENO.
(Amenzador).
No me hinches las narices con esos recuerdos, o te envío donde está
ella para que te quejes a gusto
CELESTINA:
¡Elicia, Elicia! ¡Levántate
de la cama y dame a prisa el manto, que como hay Dios que me voy a la
justicia bramando como una loca! ¿Que es esto? ¿Que amenazas son
estas en mi casa? ¿Atacáis muy bravos a una oveja mansa? ¿A una
gallina atada? ¿A una vieja de sesenta años? ¡Vaya hombres que
estáis hechos! ¡Arremeted contra los que ciñen espada! Señal es
de gran cobardía atacar a los menores y a los débiles. Las sucias
moscas nunca pican sino a los bueyes flacos, y los perrillos
ladradores sólo se enfurecen con los pobres peregrinos. Como Elicia
y yo somos mujeres, habláis y pedís demasiado. Pero si hubiese un
hombre en la casa, no os atreveríais.
Sempronio. (Se acerca,
amenazador.) ¡Oh vieja avara, garganta muerta de sed por
dinero!, ¿no te basta con la tercera parte de lo ganado?
Celestina.
(Retrocede.) ¿Qué tercera parte? Marchaos ahora mismo de mi
casa, si no queréis que dé voces y acudan los vecinos. No me
saquéis de quicio, no se vaya a enterar todo el mundo de las cosas
de Calisto y de las vuestras.
Sempronio. Da las voces
que quieras, que o cumples lo prometido se acaban hoy tus días.
Elicia. (Sale y se
asusta con lo que ve.) Guarda la espada, por Dios. Sujétale,
Pármeno, que no la mate este loco.
Celestina.
(Acercándose a la ventana.) Justicia, justicia, señores veei
nos! ¡Justicia, que me matan en mi casa estos rufianes!
Sempronio. ¿Rufianes?
Espera, doña hechicera, que yo te mandare infierno con una carta de
presentación.
Celestina. ¡Ay, que me
mata! (Recibe una estocada.) ¡Ay, ay! ¡Confesión,
confesión!
Pármeno. ¡Dale, dale,
remátala, a ver si calla de una vez! ¡Muera, muera! ¡De los
enemigos, los menos!
Celestina.
(Cae, ensangrentada.) ¡Confesión!
TEXTO
12
MELIBEA: (…) Que mis
padres me dejen gozar de él, que se dejen de casamientos, que más
vale ser buena amante que mala casada. Déjenme
gozar de mi mocedad alegre, si quieren una vejez tranquila.. Si no,
sera mi perdición y su sepultura. Sólo lamento el tiempo que perdí
por no conocer antes a Calisto y no gozar de él. No quiero marido,
no quiero ensuciar los nudos del matrimonio engañando al marido con
otro hombre, como hicieron otras mujeres de mayor linaje que yo,
según cuentan los lbros. Así lo hizo la diosa Venus, que, estando
casada con Vulcano, que brantó la fidelidad matrimonial con Marte.
Mi amor es justo, porque fui requerida por Calisto, fui cautivada por
sus méritos, fui visitada por la astuta maestra Celestina, y desde
que me entregué a él hace un mes, jamas ha faltado una sola noche
en mi huerto. Por mí murieron sus criados, por mí vive encerrado en
casa a la espera de verme por la noche. ¡Afuera, afuera la
ingratitud con tan verdadero amador, que no quiero marido ni padre ni
parientes! Si me falta Calisto, que me falte la vida.
TEXTO
13
¡Oh, hija mía y todo mi
bien, sería cruel que yo te sobreviviera! Se ha invertido el orden
de la muerte: mis sesenta años son más dignos de la sepultura que
tus veinte. Más gozaría la tierra de mis canas que de tus rubios
cabellos. Días terribles me esperan, así es que me quejaré de la
muerte si retrasa su llegada. (A su mujer, que sigue desmayada
sobre el cuerpo muerto.) ¡Oh mujer mía! Levántate y, si algo
de vida te queda, gástala conmigo en suspiros y tristes gemidos. Y
si acaso has dejado esta vida de dolor, ¿por qué has querido que lo
sufra yo todo? En esto las mujeres nos aventajáis a los varones, en
que un gran dolor puede sacaros del mundo, o al menos perdéis el
sentido. ¡Oh duro corazón de padre!, ¿cómo no te quiebras de
dolor, pues te has quedado sin tu amada heredera? ¿Para quién
edifiqué torres? ¿Para quién adquirí heredades? ¿Para quién
planté árboles? ¿Para quién fabriqué navíos? ¡Oh tierra
dura!,¡por qué me sostienes todavía? ¿Dónde hallará ahora
amparo mi desconsolada vejez? ¡Oh Fortuna variable, administradora
de los bienes temporales!, ¿por qué no has destruido mi
patrimonio?, ¿por qué no has quemado esta mansión?, ¿por qué no
has asolado mis campos, en vez de arrebatarme esta planta en flor?
¡Ay, Fortuna caprichosa!
Texto
14
MELIBEA. ¿Por qué
madre, hablas tan mal de la vejez, si todo el mundo desea llegar a
viejo?
CELESTINA: Porque vivir
es dulce y todo el mundo quiere vivir mucho. Así que el niño desea
ser mozo, el mozo viejo, y el viejo más viejo aún, aunque esté
lleno de achaques. Pero.... ¿Quién te podría contar, señora, los
inconvenientes de la vejez, sus enfermedades, su pesadumbre, el
arrugarse la cara, el hundimiento de la boc, la caída de los
dientes, las canas, la pérdida de oído y de vista, la fatla de
fuerzas, el flaco andar, el lento comer...? Pues, ¡ay, señora!, si
a todo lo dicho le añades la pobreza y el hambre...
PREGUNTAS
Texto 1
- Vocabulario
- Por estas y otras palabras de Calisto, su criado Sempronio lo ha tachado de hereje ¿por qué lo crees así?
Texto 2
- Indica las hipérboles, las metáforas y comparaciones de este texto+
- El retrato que Calisto hace de Melibea responde a los cánones de belleza de la época. ¿En qué otra obra estudiamos un retrato similar?
- Calisto, hombre culto, alude a la diosa que Paris juzgó más hermosa. ¿A quién se refiere? Resume el capítulo de la obra clásica en la que aparece este episodio.
- ¿Qué rasgo de humor observas en este texto?
Texo 3
- He aquí un célebre pasaje de la misoginia de Sempronio. Busca el significado de esta palabra en el diccionario. ¿Por qué es misógino Sempronio?
- Sustituye las palabras subrayadas por sinónimos
- ¿Qué opina Sempronio de la inteligencia de las mujeres?
- ¿Cómo alude a los afeites que estas utilizaban?
- ¿Qué te llama la atención del estilo empleado por Sempronio?
Texto 6,
7 y 8.
- ¿Cuál es la tesis de Celestina en el texto 6?
- ¿Qué aconseja Celestina en el texto 7?
- Ponle un título al texto 8
- Ponle un título al texto 9
Texto 10
- ¿Qué opina Elicia de la “gentileza” de Melibea?
- ¿A qué se debe la “belleza” de Melibea, según Areúsa?
Texto 11
- ¿Cuál es el defecto de la vejez, según Pármeno?
- ¿Qué reclaman Pármeno y Sempronio?
- ¿De qué tacha Celestina a los criados y por qué?
Texto 12
- ¿Qué opina Melibea de las relaciones de pareja?
Texto 13
- ¿Qué ventaja tienen las mujeres sobre los hombres, según Pleberio?
- ¿Qué recursos literarios predominan en el texto?
- ¿A qué genero literario podría pertenecer este texto?
Texto 14
- Indica el tema del texto. Señala la tesis de Celestina.
- ¿Qué problemas conlleva la vejez?