miércoles, 21 de noviembre de 2018

Antología de textos La Celestina


TEXTO 1

CALISTO. Melibea, en esto veo la grandeza de Dios.
MELIBEA. ¿En qué la ves, Calisto?
CALISTO. En que la naturaleza te ha dotado de una hermosura perfecta y en que yo, sin merecerlo, te acabo de descubrir en este jardín, el lugar más adecuado para comunicarte mi alegría y mi secreto dolor. Porque verte es par mí un galardón mayor que el que puedo alcanzar haciendo obras buenas. ¿Quién ha visto en este mundo a un hombre tan dichoso como yo? Ni siquiera los santos,que se deleitan en el cielo con la visión divina, gozan más que yo contemplando tu cuerpo. Pero ¡oh, triste de mí!, hay una diferencia: los santos son espíritus que están en la gloria sin miedo a perder su dicha; en cambio yo, que además de alma tengo un cuerpo, temo el terrible tormento que tu ausencia me ha de causar.
MELIBEA. ¿Verme te parece un gran premio, Calisto?
CALISTO. Si Dios me diese en el cielo un sitio a su lado, delante de todos sus santos, no sería más feliz.

TEXTO 2

CALISTO. (...) Empiezo por los cabellos. ¿Ves las madejas del oro fino que hilan en Arabia? Pues sus cabellos son más lindos y resplandecen más. Y le llegan hasta los pies. Y no necesita más que peinárselos y recogérselos con una cinta para dejar a los hombres convertidos en piedras.
SEMPRONIO. (Aparte.) ¡Yo más bien diría en asnos!
CALISTO. ¿Qué dices?
SEMPRONIO. Digo que sus cabellos no serán como cerdas de asno.
CALISTO. ¡Pero qué torpe eres! ¡Vaya comparación! Sigo. Sus ojos son verdes, rasgados; las pestañas largas; las cejas delgadas y alzadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos y blancos; los labios colorados y grosezuelos; el perfil del rostro un poco más largo que redondo, el pecho alto; la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿quién le las podría describir? El cutis liso, lustroso; su piel oscurece la nieve, en contraste con el color rosado con el que se pinta los pómulos.
SEMPRONIO, (Aparte.) ¡Y dale!
CALISTO. Sus manos son medianas, de dulce carne; sus dedos largos, las uñas largas y coloradas, como rubíes entre perlas. Y a juzgar por su figura, el resto oculto de su cuerpo es más bello que el de la diosa que Paris juzgó la más hermosa.

TEXTO 3

SEMPRONIO: Los libros están llenos de casos como el tuyo. Salomón dice que las mujeres y el vino hacen blasfemar a los hombres. Aristóteles y Séneca no aprecian mucho a las mujeres, y en esto coinciden judíos, moros y cristianos. Bien es verdad que ha habido algunas mujeres santas y virtuosas, pero ¿y todas las demás? ¿Quién podrían contar sus mentiras, sus trajines, su ligereza, sus lagrimillas, su osadía, sus alteraciones de ánimo...? ¿Y sus disimulos, su lengua, sus engaños, sus olvidos, su ingratitud, su inconstancia, sus falsos testimonios, sus presunción, su abatimiento, su locura, su desdén, su soberbia, su charlatanería, su lujuria y suciedad, sus miedos, sus hechizos, sus burlas, su desvergüenza y su alcahuetería? ¿Has reparado en los pocos sesos que tiene debajo de sus grandes tocas? ¡Qué pensamientos hay debajo de sus largos ropajes! ¡Qué cloaca debajo de sus templos pintados! De ellas se ha dicho que son arma del diablo y destrucción del paraíso. ¿Acaso no fue mujer la que echó a Adán del paraíso? Huye de sus engaños, señor. No hay manera de entenderlas. A los que invitan a escondidas a sus alcobas, luego los insultan por la calle. Tan pronto te llaman como te despiden, lo mismo te muestran su amor, que te declaran su enemistad. ¡Oh, qué plaga! ¡Qué fastidio es tratar con ellas, menos en el breve tiempo en que te hacen gozar en la cama!


TEXTO 4

Pármeno. para que le hiciera de sirviente. Ahora Celestina no me reconoce por el poco tiempo que la serví y porque he cambiado mucho con la edad.
Calisto. ¿Y en qué la servías?
Pármeno. La acompañaba a la plaza y la ayudaba a llevar la comida que podía cargar con mis pocas fuerzas. Pero a pesar del poco tiempo que estuve a su servicio, recuerdo como si fuera ahora lo que viví con ella. Ahora vive en las afueras, en la cuesta del río, en una casa apartada y medio en ruinas cerca de las curtidurías.Tenía seis oficios, a saber: era costurera, perfumera, maestra de hacer afeites y de reparar virgos, alcahueta v un poquito hechicera. El oficio de costurera era la tapadera de los otros, pues era la excusa para que muchas criadas entraran en su casa a bordar camisas y a coserse el virgo que habían perdido. Ni una sola venía sin un torrezno, un poco de trigo o harina, un jarro de vino o cualquier otra provisión robada a su ama. Celestina era muy amiga de estudiantes, despenseros de hombres ricos y criados de abades. A estos les vendía la virginidad de las pobres mozas, que se resignaban a perderla ante la promesa de la vieja deque se la restituiría después. Y por medio de esas mozas entraba en relación con otras mujeres más discretas. En días de oficios religiosos, yo vi a muchas mujeres entrar tapadas en su casa, y tras ellas llegaban unos frailes, embozados pero con los calzones ya desabrochados. ¡Qué ajetreo se traía! Para entrar en las casas, Celestina se hacía pasar por médica de niños, o vendía lana para tejer. En todas partes era muy conocida. Y, al atardecer, no se perdía misa ni rezo en los monasterios para concertar los encuentros de frailes y monjas. Tenía en su casa un cuarto lleno de alambiques, frascos y barrilejos de barro, vidrio y estaño para hacer destilados y cocimientos. Hacía pomadas, ungüentos, colonias polvos, cremas y medicinas para la cara y para la piel con destilados y cocimientos de plantas, flores, hierbas, raíces, granos de centeno, grasas, mantecas, tuétanos de corzo y de garza y otras muchas sustancias. Hacía lejías para enrubiar los cabellos y perfumes de rosas, azahar, jazmín, clavel y madreselva. Sería tedioso decir la cantidad de mantecas que tenía, pues las había de vaca, oso, caballo, camello, culebra, conejo, ballena, ardilla, gato montés, tejón, erizo y nutria. Era una maravilla ver las hierbas y raíces que tenía colgadas en su casa para hacer jabones y cremas de baño: manzanilla, romero, espliego, laurel blanco, malvavisco, flor de saúco y de mostaza. Y la variedad de aceites y mascarillas para la cara que almacenaba no es cosa fácil de creer: los hacía de jazmín, limón, pepitas, violetas, pistachos, piñones, altramuces, algarrobas, resinas y frutos de distintos árboles (…) Rehacía los virgos unas veces con una vejiga y otras con un cosido. En una cajita pintada guardaba hilo encerado de seday unas finas agujas, y tenía raíces y plantas para cicatrizar las heridas. Con todo eso hacía maravillas, tanto que a un embajador francés que vino por aquí le vendió tres veces a la misma criada, y las tres la hizo pasar por virgen. (..) Y para remediar males de amor y despertar la pasión en los amantes tenía también corazón de ciervo, lengua de víbora, cabezas de codorniz, sesos de asno, alubias moriscas, soga de ahorcado, flor de hiedra, espina de erizo, la piedra del nido del águila y otras mil cosas. Acudían a ella muchos hombres y mujeres y cada uno recibía sus tratamientos; a unos les pedía unos cabellos, a otros les pintaba letras en la palma de la mano, a otros les daba corazones de cera traspasados de agujas. Pintaba figuras o hacía trazos en la tierra¿Quién te podrá decir lo que esta vieja hacía? Y todo era burla y mentira.


TEXTO 5

Te conjuro, triste Plutón, señor de los profundos infiernos (...)yo, Celestina, tu protegida más conocida, por la virtud y fuerza de estas rojas letras escritas con sangre de murciélago y por los nombres y signos que hay en este papel, y por el áspero veneno de las víboras que tiene este aceite con el que unto esta madeja de hilos, te conjuro a que vengas sin tardanza, y me obedezcas, y te envuelvas en este hilado, hasta que Melibea lo compre y de tal manera que de enredada, que cuanto más lo mire, más se ablande su corazón, y se lo abras y lo hieras del cruel y fuerte amor de Calisto, tanto que, dejando a un lado su honestidad, se descubra a mí y premie mis pasos y el mensaje que le llevo.


TEXTO 6

CELESTINA. No se posee nada con alegría si no se comparte con otro. Tú no te aísles ni te amargues, pues la naturaleza huye de lo triste y apetece lo deleitable. El placer está en comentar con los amigos las cosas agradables, sobre todo las de amor: “esto hice, esto me dijo ella, así la besé, así me mordió, así la abracé, así lo hicimos... ¡Oh qué juegos, qué besos...! Vamos allá, volvamos acá, que suene la música, cantemos canciones, inventemos poemas... Ya va a misa, mañana saldrá, rondemos su calle, mira su carta, vamos de noche, sujeta la escalera, aguarda a la puerta... .Cómo te fue? Mira al cornudo: la deja sola... Vamos allá”. En fin, Pármeno, ¿se disfruta de todo esto solo, sin la compañía de un amigo? No, desde luego, y te lo digo por experiencia.


TEXTO 7

CELESTINA. (…) ¡Ay, ay, hija, si vieses cuánto le han aprovechado los consejos y enseñanzas a tu prima Elicia! Ya está hecha una gran maestra. Presume de tener un amigo en la cama, otro a la puerta y otro que suspira por ella desde su casa. Y a todos atiende con buena cara, y con todos cumple, y cada uno piensa que él es el único y el que le da lo que ella necesita. ¿Y tú piensas que por tener a dos te lo iban a descubrir las tablas de la cama? No te arriendo la ganancia. ¿Te mantienes de una sola gotera? Dos amantes es mejor que uno, y cuatro todavía mejor. Hija, hay cosa más perdida que el ratón que sólo tiene un agujero pues, si se lo tapan, no tendrá dónde esconderse del gato. Quien sólo tiene un ojo, se expone a un grave peligro. Un solo manjar todos los días pronto cansa. Una golondrina no hace verano. ¿Te digo más inconvenientes del uno? Dos, en cambio, son compañía, como tienes dos orejas, dos pies y dos manos, y dos sábanas en la cama. Cuantos más moros, más ganancia.

TEXTO 8

ELICIA. Por Dios, deja ya de reconvenirme, y disfrutemos de la vida. Mientras hoy tengamos para comer, no pensemos en el mañana. Pues de la muerte no se libra nadie, ni el pobre ni el rico, ni el doctor ni el pastor, ni el papa ni el sacristán, ni el señor de alto linaje ni su criado, ni tú con oficio ni yo sin ninguno. Así que, como no hemos de vivir para siempre, gocemos y divirtámonos, que pocos llegan a la vejez, y de los que llegan, ninguno se muere de hambre. En este mundo quiero vivir el día, y tener luego un rincón en el paraíso. Aunque los ricos tienen mejor condición que los pobres para ganar el cielo, ninguno está nunca contento ni tiene bastante, ninguno hay que no prefiera cambiar su dinero por mi placer. En fin, abandonemos las preocupaciones ajenas y vámonos a la cama, que ya es hora, pues vale más un buen sueño que cuantos tesoros hay en Venecia.


TEXTO 9

CELESTINA. Sentaos vosotros, hijos míos, que hay sitio para todos, gracias a Dios. Poneos en orden, cada uno con su pareja. Yo, como estoy sola, me pondré junto al jarro de vino. Desde que me he hecho vieja, mi vida consiste en hablar con el vino. En las noches de invierno no hay mejor calentador de cama. Con dos jarrillos no siento el frío y ahorro mantas. El vino me sostiene el ánimo, me da alegría, me hace sentirme joven. Si hay vino sin tasa, una corteza de pan ratonado me basta para tres días. El vino quita la tristeza del corazón más que el oro y el coral. Da vigor al mozo, fuerza al viejo y coraje al cobarde. El vino conforta los cerebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del aliento, cura el catarro y las muelas, y hace llevaderas las faenas de labranza y la siega. Sólo tiene un tacha: que el bueno es caro y el malo hace daño. Así que el vino que sana el hígado enferma la bolsa. Yo busco el mejor, por eso no bebo más de una docena de tazas en cada comida. A no ser que me inviten, como ahora.


TEXTO 10. Celestina, los criados de Calisto y las pupilas de la alcahueta se reúnen para festejar el final feliz del negocio. Pármeno alaba a Melibea llamándola “gentil” (hermosa)

ELICIA.(Despechada, se levanta de la mesa y se va a un rincón.) ¡Vete de aquí, enojoso! ¡Mal provecho te haga lo que comes! ¡Por mi alma, que tengo ganas de vomitar de asco por oírte llamar gentil a esa! ¡Gentil! ¡Jesús, cuánto me fastidia tu poca vergüenza! Hay quien se enamora de los ojos con legañas. ¿Es gentil Melibea? Lo será cuando tengamos veinte dedos en las manos. En su misma calle conozco yo a cuatro doncellas con muchas más gracias. Su hermosura se compra por unas monedas en la tienda, pues si algo tiene de hermosa, es por los buenos vestidos y adornos que trae: ponedlos en un palo, y también diréis que el palo es gentil. Y no lo digo por alabarme, pero creo que yo soy tan hermosa como vuestra Melibea.
AREÚSA. Pues no la has visto tú como yo, hermana. Si te la tropiezas en ayunas, no puedes comer de asco en todo el día. Está encerrada todo el año con mil potingues malolientes. Y si tiene que salir, se embadurna la cara con hiel y miel, con cremas tostadas, higos pasos y otras cosas que por respeto a la mesa me callo. Es la riqueza lo que las hace a todas estas ser hermosas y alabadas, no sus gracias. Para ser doncella, Melibea tiene unas tetas como calabazas, igual que si hubiese parido tres veces. El vientre no se lo he visto, pero a juzgar por las tetas, creo que lo tiene tan flojo como una vieja de cincuenta años. NO sé qué ha visto en ella Calisto, a no ser que tenga el gusto dañado y juzgue lo dulce por amargo.


TEXTO 11

SEMPRONIO. Más de una vez he dicho que en los viejos reina el vicio de la codicia. Cuando se es pobre, se actúa con generosidad, y cuando se es rico, con avaricia. Cuando esta vieja pensaba que este negocio sería pequeño, me daba todo el provecho. Ahora, que lo ve crecido, no quiere dar nada.
PÁRMENO. Pues que te dé lo prometido, o nos quedamos con todo. Ya le decía yo quién era esta vieja, pero tú no me creías. (…)
SEMPRONIO. Así que danos las dos partes de lo que recibiste de Calisto, si no quieres que descubra quién eres.
CELESTINA. ¿Quién soy yo, Sempronio? ¿Me has sacado tú de la putería? Calla tu lengua, respeta mis canas, que soy una vieja como Dios me hizo, y no peor que las demás. Vivo de mi oficio, como cada cual del suyo, y muy limpiamente. A quien no me quiere, no lo busco. Vienen a mi casa a buscarme y a rogarme. Si vivo bien o mal, sólo a Dios le importa. Y no pienses en maltratarme, que hay justicia para todos y para todos es igual: que aunque soy mujer, yo seré oída y vosotros castigados. Y tú, Pármeno, no pienses que soy tu prisionera por conocer los secretos de mi vida pasada y los casos que me sucedieron con la desdichada de tu madre
PÁRMENO. (Amenzador). No me hinches las narices con esos recuerdos, o te envío donde está ella para que te quejes a gusto
CELESTINA: ¡Elicia, Elicia! ¡Levántate de la cama y dame a prisa el manto, que como hay Dios que me voy a la justicia bramando como una loca! ¿Que es esto? ¿Que amenazas son estas en mi casa? ¿Atacáis muy bravos a una oveja mansa? ¿A una gallina atada? ¿A una vieja de sesenta años? ¡Vaya hombres que estáis hechos! ¡Arremeted contra los que ciñen espada! Señal es de gran cobardía atacar a los menores y a los débiles. Las sucias moscas nunca pican sino a los bueyes flacos, y los perrillos ladradores sólo se enfurecen con los pobres peregrinos. Como Elicia y yo somos mujeres, habláis y pedís demasiado. Pero si hubiese un hombre en la casa, no os atreveríais.
Sempronio. (Se acerca, amenazador.) ¡Oh vieja avara, garganta muerta de sed por dinero!, ¿no te basta con la tercera parte de lo ganado?
Celestina. (Retrocede.) ¿Qué tercera parte? Marchaos ahora mismo de mi casa, si no queréis que dé voces y acudan los vecinos. No me saquéis de quicio, no se vaya a enterar todo el mundo de las cosas de Calisto y de las vuestras.
Sempronio. Da las voces que quieras, que o cumples lo prometido se acaban hoy tus días.
Elicia. (Sale y se asusta con lo que ve.) Guarda la espada, por Dios. Sujétale, Pármeno, que no la mate este loco.
Celestina. (Acercándose a la ventana.) Justicia, justicia, señores veei nos! ¡Justicia, que me matan en mi casa estos rufianes!
Sempronio. ¿Rufianes? Espera, doña hechicera, que yo te mandare infierno con una carta de presentación.
Celestina. ¡Ay, que me mata! (Recibe una estocada.) ¡Ay, ay! ¡Confesión, confesión!
Pármeno. ¡Dale, dale, remátala, a ver si calla de una vez! ¡Muera, muera! ¡De los enemigos, los menos!
Celestina. (Cae, ensangrentada.) ¡Confesión!


TEXTO 12

MELIBEA: (…) Que mis padres me dejen gozar de él, que se dejen de casamientos, que más vale ser buena amante que mala casada. Déjenme gozar de mi mocedad alegre, si quieren una vejez tranquila.. Si no, sera mi perdición y su sepultura. Sólo lamento el tiempo que perdí por no conocer antes a Calisto y no gozar de él. No quiero marido, no quiero ensuciar los nudos del matrimonio engañando al marido con otro hombre, como hicieron otras mujeres de mayor linaje que yo, según cuentan los lbros. Así lo hizo la diosa Venus, que, estando casada con Vulcano, que brantó la fidelidad matrimonial con Marte. Mi amor es justo, porque fui requerida por Calisto, fui cautivada por sus méritos, fui visitada por la astuta maestra Celestina, y desde que me entregué a él hace un mes, jamas ha faltado una sola noche en mi huerto. Por mí murieron sus criados, por mí vive encerrado en casa a la espera de verme por la noche. ¡Afuera, afuera la ingratitud con tan verdadero amador, que no quiero marido ni padre ni parientes! Si me falta Calisto, que me falte la vida.


TEXTO 13

¡Oh, hija mía y todo mi bien, sería cruel que yo te sobreviviera! Se ha invertido el orden de la muerte: mis sesenta años son más dignos de la sepultura que tus veinte. Más gozaría la tierra de mis canas que de tus rubios cabellos. Días terribles me esperan, así es que me quejaré de la muerte si retrasa su llegada. (A su mujer, que sigue desmayada sobre el cuerpo muerto.) ¡Oh mujer mía! Levántate y, si algo de vida te queda, gástala conmigo en suspiros y tristes gemidos. Y si acaso has dejado esta vida de dolor, ¿por qué has querido que lo sufra yo todo? En esto las mujeres nos aventajáis a los varones, en que un gran dolor puede sacaros del mundo, o al menos perdéis el sentido. ¡Oh duro corazón de padre!, ¿cómo no te quiebras de dolor, pues te has quedado sin tu amada heredera? ¿Para quién edifiqué torres? ¿Para quién adquirí heredades? ¿Para quién planté árboles? ¿Para quién fabriqué navíos? ¡Oh tierra dura!,¡por qué me sostienes todavía? ¿Dónde hallará ahora amparo mi desconsolada vejez? ¡Oh Fortuna variable, administradora de los bienes temporales!, ¿por qué no has destruido mi patrimonio?, ¿por qué no has quemado esta mansión?, ¿por qué no has asolado mis campos, en vez de arrebatarme esta planta en flor? ¡Ay, Fortuna caprichosa!


Texto 14

MELIBEA. ¿Por qué madre, hablas tan mal de la vejez, si todo el mundo desea llegar a viejo?
CELESTINA: Porque vivir es dulce y todo el mundo quiere vivir mucho. Así que el niño desea ser mozo, el mozo viejo, y el viejo más viejo aún, aunque esté lleno de achaques. Pero.... ¿Quién te podría contar, señora, los inconvenientes de la vejez, sus enfermedades, su pesadumbre, el arrugarse la cara, el hundimiento de la boc, la caída de los dientes, las canas, la pérdida de oído y de vista, la fatla de fuerzas, el flaco andar, el lento comer...? Pues, ¡ay, señora!, si a todo lo dicho le añades la pobreza y el hambre...


PREGUNTAS

Texto 1
  • Vocabulario
  • Por estas y otras palabras de Calisto, su criado Sempronio lo ha tachado de hereje ¿por qué lo crees así?

Texto 2

  • Indica las hipérboles, las metáforas y comparaciones de este texto+
  • El retrato que Calisto hace de Melibea responde a los cánones de belleza de la época. ¿En qué otra obra estudiamos un retrato similar?
  • Calisto, hombre culto, alude a la diosa que Paris juzgó más hermosa. ¿A quién se refiere? Resume el capítulo de la obra clásica en la que aparece este episodio.
  • ¿Qué rasgo de humor observas en este texto?

Texo 3
  • He aquí un célebre pasaje de la misoginia de Sempronio. Busca el significado de esta palabra en el diccionario. ¿Por qué es misógino Sempronio?
  • Sustituye las palabras subrayadas por sinónimos
  • ¿Qué opina Sempronio de la inteligencia de las mujeres?
  • ¿Cómo alude a los afeites que estas utilizaban?
  • ¿Qué te llama la atención del estilo empleado por Sempronio?

Texto 6, 7 y 8.
  • ¿Cuál es la tesis de Celestina en el texto 6?
  • ¿Qué aconseja Celestina en el texto 7?
  • Ponle un título al texto 8
  • Ponle un título al texto 9

Texto 10
  • ¿Qué opina Elicia de la “gentileza” de Melibea?
  • ¿A qué se debe la “belleza” de Melibea, según Areúsa?

Texto 11
  • ¿Cuál es el defecto de la vejez, según Pármeno?
  • ¿Qué reclaman Pármeno y Sempronio?
  • ¿De qué tacha Celestina a los criados y por qué?

Texto 12
  • ¿Qué opina Melibea de las relaciones de pareja?

Texto 13
  • ¿Qué ventaja tienen las mujeres sobre los hombres, según Pleberio?
  • ¿Qué recursos literarios predominan en el texto?
  • ¿A qué genero literario podría pertenecer este texto?

Texto 14
  • Indica el tema del texto. Señala la tesis de Celestina.
  • ¿Qué problemas conlleva la vejez?