EL
MODERNISMO. RUBÉN DARÍO
“De
invierno” (Azul, 1888)
En
invernales horas, mirad a Carolina.
Medio
apelotonada, descansa en su sillón,
envuelta
con su abrigo de marta cibelina1
y
no lejos del fuego que brilla en el salón.
El
fino angora blanco junto a ella se reclina
rozando
con su hocico la falda de Alençón2,
no
lejos de las jarras de porcelana china
que
medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con
sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
entro,
sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
voy
a besar su rostro, rosado y halagüeño
como
una rosa roja que fuera flor de lis,3
Abre
los ojos, mírame con sus mirar risueño,
y
en tanto cae la nieve del cielo de París.
“Sonatina”
(Prosas profanas 1896)
La
princesa está triste.¿qué tendrá la princesa?
Los
suspiros se escapan de su boca de fresa,
que
ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La
princesa está pálida en su silla de oro,
está
mudo el teclado de su clave sonoro
y
en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El
jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina,
la dueña, dice cosas banales,
y
vestido de rojo, piruetea el bufón.
La
princesa no ríe, la princesa no siente;
la
princesa persigue por el cielo de Oriente
la
libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa
acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o
en el que ha detenido su carroza argentina
para
ver de sus ojos la dulzura de luz,
o
en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o
en el que es soberano de los claros diamantes,
o
en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!,
la pobre princesa de la boca de rosa
quiere
ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener
alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir
al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar
a los lirios con los versos de mayo,
o
perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya
no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni
el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni
los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y
están tristes las flores por la flor de la corte;
los
jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de
Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita
princesa de los ojos azules!
¡Está
presa en sus oros, está presa en sus tules,
en
la jaula de mármol del palacio real;
el
palacio soberbio que vigilan los guardas,
que
custodian cien negros con sus cien alabardas,
un
lebrel que no duerme y un dragón colosal!
¡Oh,
quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La
princesa está triste, la princesa está pálida.)
¡Oh
visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién
volara a la tierra donde un príncipe existe
(la
princesa está pálida, la princesa está triste)
más
brillante que el alba, más hermoso que Abril!
-¡Calla,
calla, princesa -dice el hada madrina-,
en
caballo con alas hacia acá se encamina,
en
el cinto la espada y en la mano el azor,
el
feliz caballero que te adora sin verte,
y
que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a
encenderte los labios con su beso de amor!
(Cantos
de vida y esperanza, 1905)
Dichoso
el árbol que es apenas sensitivo,
y
más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues
no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni
mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser
y no saber nada y ser sin rumbo cierto,
y
el temor de haber sido y un futuro terror...
Y
el espanto seguro de estar mañana muerto,
y
sufrir por la vida y por la sombra y por
lo
que no conocemos y apenas sospechamos,
y
la carne que tienta con sus frescos racimos,
y
la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y
no saber adónde vamos,
ni
de dónde venimos...
1
Piel de gran suavidad
2Falda
de endaje de Alençon (Francia)
3
Junto con el pavo real, es otro de
los símbolos favoritos de Darío, pues representa lo aristocrático.